El documental empieza con una entrevista de María Félix donde ella pone en entredicho su papel de estrella, diciendo que todo lo hizo, al principio de su carrera, para que su hijo estuviera bien. Esta introducción completa una cita del situacionista Guy Debord: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes”.
Con estos dos momentos, ya se puede ver la perspectiva muy interesante del director: Acapulco, símbolo de la sociedad del espectáculo, vive de la nostalgia de lo que representó y al mismo tiempo vive a pesar de la violencia actual, triste y feliz a la vez. Pero el show no acaba…
Al mismo tiempo, se muestra en el film que este Acapulco de la nostalgia del paraíso no era tan idílico, los testigos hablan de la matanza de los copreros, de las expropiaciones de los habitantes, de la manera como la ciudad se hizo, sin ningún compromiso social, muy a lo contrario, con el flujo social de los pobres hacia afuera y la vuelta de algunos para trabajar en el turismo. En la vida cotidiana todo se tiene que aguantar y transformar en relato, bien se ve esto en la entrevista en la que un protagonista habla de 247 cabezas que se encontraron en pozo donde ahora hay un club de golf, es un drama y algo extraordinario, uno que oye esto se pone a reír. Igual pasa con Yolanda, que habla al pasar de la violencia doméstica que sufrió para enfatizar el gusto que le da vivir. Ella dice que odia al nuevo Acapulco pero que no se iría para nada.
El largometraje se elaboró a partir de una sucesión de retratos con dos ejes: un foto-reportero del periódico La Jornada de Acapulco que es un especie de hilo conductor y sigue a casi todos los protagonistas, y un joven habitante de una población llamada Kilómetro 30 que actúa de Cristo durante la Semana Santa. Él es el héroe y sabe que es parte de un espectáculo destinado a atraer de nuevo al turismo nacional… el show continúa… pero al mismo tiempo tiene una fe profunda, piensa que por lo que hizo él su papá se volvió una buena persona. La crítica de la sociedad del espectáculo adquiere en este documental una resonancia muy particular ya que va a la par de una profunda empatía con los entrevistados.
Otro personaje es Félix Salgado, ex presidente municipal de Acapulco, un actor de su propia vida y director de La Jornada, que habla de manera muy inteligente de la violencia pasada, de la urbanización salvaje y de los riesgos de que perdure.
Un pescador ya grande tiene la última palabra: “Si fuera una mujer, Acapulco sería una puta, respeto infinitamente a estas mujeres que tienen la fuerza de aguantar a tantos cabrones”.
En breve, lo que se me hace importante de este documental es la solidaridad del director con los entrevistados, el que se manifiesta a cada rato y la perspectiva que nos hace ver el puerto bajo un nuevo ángulo, con todo y distancia crítica, sin evitar los problemas que tuvo Brecht cuando la Madre Coraje, destinada al principio a ser la que había que denunciar, se volvió cada vez más amada por su público. Uno se pregunta si no es así Acapulco, creación del cine, mito y realidad tan vigente.
María Félix aparece en varios momentos en la película Doña Diabla de Tito Davison, como símbolo del espectáculo que le dio fama a la ciudad. Es una mujer traicionada que se venga de todos los hombres, una suerte de viuda negra. Cada quien lo interpretará como quiera, será el mar que aporta y devora, o el poder con sus tentáculos.
Links para tener más información:
Sitio oficial: http://acuerdatedeacapulco-film.com/
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Twitter: #capdalprod
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